domingo, 29 de mayo de 2016

¡Educación Sexual ya!

Las concepciones y discursos implícitos que las personas tienen sobre la sexualidad “producen” determinadas prácticas de educación sexual, que estriban en la silenciación de la dimensión sexual humana y su tratamiento desde una perspectiva biologicista y reduccionista. De esta forma, el modelo actual de educación sexual se caracteriza más por lo que silencia y oculta que por lo que explícitamente enseña. 

La sexualidad se obvia dentro del currículum escolar, o bien se aborda únicamente desde su componente exclusivamente biológico e higienista.

Esta doble actitud, de prohibición o restricción implícita de la dimensión psicosoci
al de la sexualidad por un lado, y de permisividad de la formación en la dimensión biológica de la misma por otro, es fruto del legado social y cultural que sobre la sexualidad se ha venido transmitiendo de generación en generación, y que todavía no ha transcendido suficientemente lo mitos biologicistas de genitalidad, heterosexualidad y procreación, que continúan anclados en el imagionario colectivo (Font, 1990; Barragán, 1995ª; López, 2005). Esta actitud permisiva desgaja la dimensión sexual humana de su complejidad y riqueza, y la restringe a la reproducción, la genitalidad y la higiene.
Sentar las bases de una verdadera transformación de la educación sexual pasa por evolucionar de la actitud permisiva a la del cultivo. No podemos seguir obviando la dimensión sexual  o abordándola de forma anecdótica y descontextualizada, atendiendo a lo urgente y restringiendo la sexualidad a la prevención de enfermedades y de peligros. Debemos abordar la sexualidad como una dimensión de la persona  que es necesario promocionar y cultivar, pues incluso de esta forma se llega antes a lo urgente (De la Cruz, 2003; Amezúa y Fouart, 2005). Así pues, la prevención de los riesgos derivados de la actividad sexual deberían ser abordados siempre desde los programas más amplios de la educación sexual, resaltando los aspectos positivos de esta dimensión humana.
La sexualidad se convierte así en un valor que necesita ser trabajado y promocionado, recuperando su dignidad y dejando de ser un atributo de las más variadas miserias (enfermedades, disfunciones, abusos o agresiones) y un bien consumible, para convertirse en una cualidad de la que todos y todas ganamos. No tenemos sexualidad, sino que somos seres sexuados. Entendiendo por “sexuados “ no el hecho de etiquetar biológicamente a las personas en el modelo de dos casillas como hombre o mujeres en función de su marca genital, que es también cultural, sino seres con capacidad de sentir , gozar, expresar y comunicarnos a través del cuerpo. Y de esta dimensión sexuada dependerá nuestra forma de “vivenciarnos” y relacionarnos como hombres, mujeres o cualquier opción de ser o identificarse como persona (intersexuada, transexual o transgenérica), que lejos de mantener una guerra transitan juntos a lo largo de la vida, valorando positivamente su diferencia. Sobre estas premisas se justifica la necesidad e importancia de una adecuada educación sexual que ya no puede seguir negada por más tiempo (Carrera, 2006).


En este sentido, la escuela, como principal agente educativo formal, tiene no sólo el deber sino la obligación ética y legal de proporcionar a sus alumnos y alumnas la formación necesaria para que sean capaces de vivir su dimensión sexual de una forma saludable y satisfactoria. La colaboración entre la escuela y la familia será el pilar básico desde el que abordar la tarea. Así la familia se convierte, por su parte, en principal destinataria de la educación sexual; y, por otra parte, en principal agente de educación sexual. Sólo la combinación de la dimensión sexual de los padres y madres y de la confluencia del trabajo de la familia y de la escuela en la formación afectivo-sexual de los adolescentes garantizará el éxito de las intervenciones de educación sexual desarrollada. Junto a estos importantes agentes de socialización , la sociedad, en general, a través de sus diversos agentes de educación no formal (asociaciones, universidades populares u ONGs), desempeña también un papel crucial en esta tarea, al reforzar la formación de la dimensión sexual  obtenida durante las etapas de escolarización y abarcar a diversos colectivos de destinatarios y destinatarias.


!Educación Sexual, de la teoría a la práctica" María Lameira y María Victoria Carrera. Ed. Pirámide (Madrid 2009)

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